miércoles, 18 de abril de 2012

Unha longa primaveira


Corría tras unha bolboreta.  Era a primeira mañá de primavera, dunha primavera longa. Dunha primavera chea de soños; algúns inalcanzables, como a bolboreta. Ía tan leda, que non se decataba de nada do que sucedía ao seu redor.  Unha pedra, fixo que tropezara e caeu ao chan, perdendo así a pequena voadora de vista.
Como dicía, era pola mañá, e o sol brillaba no alto do ceo coma se fose a vez derradeira, os paxaros cantaban e creaban un son melodioso á vez que ela ría. A súa risa, foi o que fixo que a primavera fose longa para el, foi o que converteu uns días escurecidos pola tristeza, nuns días completamente vivos, nos que cada día descubriu algo novo. E é que, a procura da bolboreta, e a forma positiva de ve-las cousas que ela tiña, fixeron que un home máis de este planeta namorase. El adoraba o seu rir, os seus misteriosos ollos azuis, e sobre todo, amaba que ela fose capaz de evadirse por un momento dos problemas: correndo coma unha nena pequena.
Mientras bosteza se frota los ojos, se ve en el espejo y no se reconoce. Piensa, ¿qué hago aquí?. No entiende por qué todas las mañanas hace lo mismo, sigue el mismo camino, para escuchar las mismas voces, anotar cosas a las que no le encuentra el sentido, y volver de nuevo a casa. Discutir por lo mismo con su familia, usar las mismas palabras que el día anterior, y el anterior, y el anterior, y el anterior... Se repite que no puede, que cada día será peor que el pasado, y que el futuro no le deparará nada bueno, que la vida, no le gusta. Pero se salvó. Se salvó por que se fijo que cada amanecer, en las gotas de lluvia resbalando por el cristal de la ventana, y en los ''Buenos días'' de su madre. Observó que los pasos que da por el mismo camino son cada día diferentes, vio como hay gente que disfruta porque hace lo que quiere, y gente que perjudica a los demás porque hace lo que no quiere. Se fijó en cada palabra como si fuera la última, en los gestos, en las sonrisas. Apreció por primera vez que alguien le dedicara una sonrisa. Y entonces, recuperó la esperanza. Creyó en lo ideal, un sentimiento romántico le inundó la mente. Amaba, amaba la vida. Comprendió que debía agarrarla, mirarla a la cara, susurrarle y danzar con ella. Disfrutar cada momento. Revivir el pasado, vivir el presente, preparar el futuro. ¿Acaso no podía hacer todo eso a la vez? Pues claro que podía. Podía, pudo, y podrá.