miércoles, 18 de abril de 2012

Mientras bosteza se frota los ojos, se ve en el espejo y no se reconoce. Piensa, ¿qué hago aquí?. No entiende por qué todas las mañanas hace lo mismo, sigue el mismo camino, para escuchar las mismas voces, anotar cosas a las que no le encuentra el sentido, y volver de nuevo a casa. Discutir por lo mismo con su familia, usar las mismas palabras que el día anterior, y el anterior, y el anterior, y el anterior... Se repite que no puede, que cada día será peor que el pasado, y que el futuro no le deparará nada bueno, que la vida, no le gusta. Pero se salvó. Se salvó por que se fijo que cada amanecer, en las gotas de lluvia resbalando por el cristal de la ventana, y en los ''Buenos días'' de su madre. Observó que los pasos que da por el mismo camino son cada día diferentes, vio como hay gente que disfruta porque hace lo que quiere, y gente que perjudica a los demás porque hace lo que no quiere. Se fijó en cada palabra como si fuera la última, en los gestos, en las sonrisas. Apreció por primera vez que alguien le dedicara una sonrisa. Y entonces, recuperó la esperanza. Creyó en lo ideal, un sentimiento romántico le inundó la mente. Amaba, amaba la vida. Comprendió que debía agarrarla, mirarla a la cara, susurrarle y danzar con ella. Disfrutar cada momento. Revivir el pasado, vivir el presente, preparar el futuro. ¿Acaso no podía hacer todo eso a la vez? Pues claro que podía. Podía, pudo, y podrá.

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